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lunes, 10 de octubre de 2022

SEVENTH WONDER - The testament(2022)

Burla burlando pasaron aún cuatro años desde la publicación de su excelentísima obra conceptual “Tiara” hasta que el quince de marzo haciendo mi diaria indagación me topara de sopetón con un pasquín enclavado en la fachada de los insuperables Seventh Wonder que decía; ‘algo se está cocinando’ que hízome levitar y sumirme en grande nerviosismo de puro contento, por lo que presto púseme a cavilar sobre lo que pudiera ser, mas no llegué a conclusión alguna, que al día siguiente, al tiempo que enclavaban la fascinante portada nívea delineada por Giannis Nakos que imita lo marmoleado y elevación intensa me produjo, el líder y virtuoso bajista de seis cuerdas, su ilustrísima Andreas Blomqvist y el azotador versátil, su excelentísima Stefan Norgren, manifestaron mediante breve vídeo, que su esperadísima nueva obra estaba encaminada para ser publicada el 10 de junio, lo que sirviome para cebarme de enorme euforia sin dejar de invadirme gigantesca inquietud por descubrir el contenido de sus superlativas melodías con las cuales alcanzar el tan ansiado éxtasis. 

Valiéndose del tiempo que concedía la cuarentena, los virtuosos de Suecia “entraron al estudio” en el cual se encerraron durante un año a componer el opus para cuyas letras escribieran su ilustrísima Andreas tuvo a bien ir al encuentro del intérprete por excelencia Tommy Karevik a su actual residencia, Canadá, a cuyas montañas de Alberta ascendieron para encerrarse en una cabaña y juntar letras que abordan los sentimientos que experimentamos al tiempo que nos moldean y en consecuenciadejamos como testamento en nuestros deudos cuando finamos.

Es así que los virtuosos de Séptima Maravilla ¡hasta el nombre les viene como anillo al dedo! Jo, jo, jo volvieron a dar muestras de estar en vena, pues como si no cesaran de chisguetear aguas castiálidas, compusieron, una vez más ¡cómo si fuera poco!, otra obra maestra apoteósica melódico/progresiva en la cual mantienen su inconfundible sello personal, cuyas complejas hechuras de trazos precisos complementadas con grandilocuentes y bellísimas melodías imantadas, emanan elevada magia por todos sus puntos. Y es que estos avezados y carismáticos musicazos que siempre proceden de forma equitativa, compenetrada y precisa ¡a esto llámole yo banda!, vuelven a hacer gala de su impresionante dominio instrumental bañada de groove, haciendo parecer fácil lo más difícil, componiendo sublimes piezas rimbombantes y quedadizas, que como buenos trampantojos, hacen y harán que esos mamertos y criticastros que no se paran a hacer disquisiciones sobre las innumerables notas que han de manejar para crearlas, las tachen de facilonas o bobas porque escucharlas y memorizarlas no requieren apenas esfuerzo, ¡pesia tal!

Sus ilustrísimas no se consagran a delinear melodías básicas cuyos estribillos se forman de repetir el título o pareados menores para colarlas como elaboradas, no, estos nobles mozos van allende de esas bagatelas puesto que la melopeya la dominan como nadie, ¡y en eso no hay perro que me ladre! Y es que basta con echar a ver la intensísima proyección vocal de su eminentísima Tommy Karevik, con cuya extraordinaria y descollante voz de pecho se dedica a interpretar ondulaciones melódicas complejas que están fuera del alcance de loS más, creadas a base de admirable control vocal y amplio registro técnico como los constantes legatos e inflexiones amén de beltings, flips, quiebros, etc -cuasi nada…-, con entera pasión, entrega y actitud que no dan tregua al respiro, para las cuales el gaznate pone bien a ejercitar y el aire bien a gestionar, lo que es más difícil, pues como bien dijo el portento Tommy, para tal género que no es moco de pavo, de gran energía se precisa, y es que tanto es así, que el antedicho llegó a tal punto de quedarse sin tiempo, energía y voz es de entender, que su gran amigo Johan Larsson tuvo la cortesía de viajar allá para aligerar el trabajo y hacer coros para la descomunal pieza “The red river”; si bien es evidentísimo que el resto de músicos no le andan jamás a la zaga en absoluto, pues, como siempre, los cimientos del grande y rítmico azotador Stefan Norgren procura un soporte solidísimo con su omnipresente compás repleta de arreglos, su inconfundible señoría Johan Liefvendhal vuelve a hacer gala de sus sustanciosos juegos de riffs quedadizos y variedad de brillantes arreglos que engalanan todo el himnario, así como el Dios, el Puto amo, el bajista de seis cuerdas por antonomasia Andreas Blomqvist, con cuyo bajo Michael Tobias Mtd American custom duplica extraordinariamente las líneas del colorista Johan Liefvendhal al tiempo que acomete sus magníficas y clásicas virguerías, y el maestro de los teclados Andreas “Kyrt” Söderin refuerza y enriquece las muy armoniosas melodías con sus inconfundibles ráfagas de progresiones y magníficos arreglos. ¡Ah, con estos magnos músicos jamás puede salir yerro, por lo que siempre reciben mi más confianza ciega! ¡MAESTROS!
 
Para tal proeza, dejaron de lado la intencionalidad que supusieron las colosales obras conceptuales ‘Mercy Falls’ y ‘Tiara’ —¡lo cantado y tocado en estas es puto infartante!— para componer un variado y delicioso himnario donde las elegantísimas composiciones se diferencian unas de otras dando otra pequeña vuelta de tuerca hacia lo inmediato, incluyendo nuevos matices, trazando como acostumbran, melodías grandilocuentes, vibrantes y elegantes de alta ralea ejecutadas de forma depurada, lo que es lo realmente difícil y de admirar. He dicho.

Producido por ellos mismos y mezclado por Jacob Hanssen acometiendo la excelente industria que le ordenara la Séptima Maravilla de que sonara orgánico al tiempo que moderno de forma que los instrumentos sonaran claros e independientes, la monumental obra comienza obedeciendo las declaraciones que hiciera meses atrás mi señor Tommy Karevik de que es importante tener una gran canción como apertura, así es que comienza con el solemne y elegantísimo epinicio “Warriors” que a su vez sirvió como primer adelanto, cuyo esbozo compuesto por el azotador Stefan Norgren fuera desnaturalizado a partir de su imperial e imponente intro para reescribir un desarrollo que fluye placiblemente y un admirable e imantado estribillo delineado por el inimitable Tommy Karevik luego de que no se viera reflejado en él. A su imponente introducción de teclado se agolpan riffs distorsionados del arreglista Johan Liefvendhal y al punto, el bajo expresivo del amo y señor Andreas Blomqvist, que engruesa con nervio la secuencia para dar paso a la fina y cortés bienvenida de su excelentísima Tommy Karevik, al que presto se incorpora Stefan Norgren redoblando para impulsar la marcha de forma que la encantadora pieza avanza en derechura con el insuperable cantor abriendo camino, interpretando sin descanso más mesurado que de costumbre, mas sin dejar de implementar ritmos y armoniosas melodías que van aumentando en intensidad, hasta desembocar en un admirable pre(y)estribillo poderoso e imperial que es reforzado y engalanado con los tan sutiles como solemnes teclados de fondo del eminente Andreas “Kyrt” Soderin —¡clase a raudales, diantre!—. Por otro lado, he de destacar el surgir del cambio de ritmo del segundo verso que adoptando diferente cariz, en el cual los maestros Johan y Andreas amortiguan las cuerdas al unísono al son de Tommy, que, a su vez, desemboca en la envolvente parte instrumental, y esta, en un colofón perfectamente arreglado de sustanciosos coros matizados por Tommy alzando bien su fantástica voz, ¡temarral! ¡Ah, tal pieza colosal de parecerme tan etérea la siento como una maldita agradabilísima brisa! 
 
A “Warriors” le sigue “The light”, la que fuera segunda pieza de adelanto por reflejar perfectamente el espíritu de Seventh Wonder; esto es, la retroalimentación instrumental y el alarde y lucimiento equitativo, pues son para ellos todos los instrumentos de suma importancia —¡muy bien hecho!—, por lo que patean patéticas hegemonías. Pues este allegro enérgico y vivaz de solidas hechuras tiene como predominancia inicial a los instrumentos más infravalorados del metalreino, a saber, el teclado —los hay que lo llaman “tecladitos” despectivamente—, y el bajo —por suerte su ilustrísima Andreas siempre se encarga de ponerlo en relieve—, lo cual me alegra por entero y aplaudo en pie; asimismo, su excelentísima Tommy Karevik vuelve a estar canta que te canta delineando otra meritoria y admirable melodía perfectamente marcada, cuyo empleo vocal es incontestablemente exigente(como siempre), y es que no cesa de modular sobre ritmo fluido, si bien comienza un tanto sosegado, pronto va aumentando en intensidad hasta llegar a un admirable pre(y)estribillazo rimbombante sumamente dinámico, en el cual, Tommy, vuelve a dar su do de pecho modulando a velocidad de vértigo de forma que deja tras sí a los vientos —¡acojonante!—, en tanto que en la parte instrumental todos brillan como mil soles; Johan efectúa un solo magnético, Andreas vuelve a dar sopas con hondas magistralmente, y el sideral Kyrt y redoblante Stefan vuelan alto hasta disminuir sutilmente el tono y velocidad a un primoroso puentazo dramático, el cual su excelentísima Karevik lo efectúa desarrollando un magistral “in crescendo” sobre finos y emotivos tintineos de teclado y sutiles redobles de caja hasta desembocar en un impresionante belting, para volver a hacer inflexión y proferir el estribillazo hasta lo más alto —¡qué puto amo!—, ¡ah, y por si fuera poco, hay que echar a ver los arreglazos de su ilustrísima Andreas a partir del min(05:10) ¡cuales son pa´ dejarse cagar de puro placer! ¡Excelso(s)!
 
En eso digo bajo mi coleto: ¿¡¡¡Cómo diantres perpetran con tan aparente facilidad lo más complejo!!!? ¡Capaces y maestros! Ah, no realizados con ello, pronto sorprenden con el elegante y melancólico mediotiempo "hardrockero” “I carry the blame” escrita por Johan Liefvendhal, cuya sublime musicalidad y expresividad es pura delicia, aquesta pieza comienza con unos arpegios bellísimos que evocan a los de Juan Valdivia, emitiendo una sonoridad celestial y cristalina con la cual flecháronme al instante; ¡mas lo que continúa no es menos sino más de lo mejor, puesto que el canto angelical de mi señor Tommy Karevik hace acto de presencia de forma mesurada, baja y melancólica, ¡ejecutando unos quiebros en diminuendo inmejorables que pónenme los vellos de punta! —¡cuán inmenso!—, a lo cual sigue la línea vocal impresionante, una interpretación que supera la perfección como todas las efectuadas siempre por el autodidacta Herr Karevik, y es que acá, vuelve a mostrar su dominio del legato modulando y matizando sin cesar, dibujando y marcando la envolvente melodía que deriva a un inspirado y admirable pre(y)estribillo que es de elogiar —¡esto sí es obrar!—, por otro lado, es de destacar el exquisito solo celestial del dibujante imparable Johan Liefvendhal, que elévame el alma allende los confines ¡quítome el sombrero!, y el minucioso final del exbombero Tommy  bajando el tono hasta un instante en que frena en seco y al punto deja escapar unas notas breves más ¡escalofriante y apabullante! hasta fusionarse meticulosamente con el fabuloso outro a piano del genio Andreas “Kyrt” Söderin que toca a solaz, recreando una aurora boreal de una envoltura y excelsitud inefable, insuperable, que déjame en estado crepuscular, asintiendo que esta parte es una de las más extraordinarias y mágicas del opus, ¡pura delicia!

El cambio de tercio más flagrante es la instrumental “Reflections”, la primera pieza instrumental en el catálogo de la banda, cuya labor fue encomendada al cofundador Johan Liefvendal que el mismo día en que púsose a crear riffs, Stefan Norgren comenzó a tocar una introducción pianística que sugirió incluirla en alguna pieza, por lo que tal suerte llevó a que ambas secciones fueran acopladas en tal composición que alberga el elegante y envolvente intro a piano, una muy sustanciosa colección de riffs imantadas, a “Kyrt” batallando(03:06) con las progresiones de órgano, al virtuoso Andreas doblando maravillosamente las líneas de Johan, y un majestuoso outro a bajo del propio maestro Andreas Blomqvist que vuelve a dar sopas con hondas sobre unos tintineos celestiales de piano a los que antecede una atmósfera celestial que bien se fusiona con ella, y es que tal sección de bajo es de lo más admirable y plausible, a todas luces uno de los momentos álgidos de la pieza y del opus, ¡pura magia!

Todos vuelven a brillar en el enorme diamante “The red river”, que como “The light” y “I carry the blame” supera los seis minutos de forma que parecen de a tres porqué estos virtuosos poseen el don de la amenidad. El siempre palpable groove y el siempre genial contrapunto del que siempre hacen gala, vuelven manufacturadas en una nueva meritoria y aurífera melodía de cierto halo opresivo, y es que tal pieza comienza con cierta reminiscencia de “Tabullar bells” a piano —¡genial!— seguidos por riffs pegadizos a los que se adhiere Tommy advirtiendo un inminente peligro, inflexionando magistralmente sobre siderales y sutiles tintineos de piano del genial “Kyrt” que desemboca en un extraordinario y admirable pre(y)estribillo de aura opresiva bañado de progresiones de piano al pronto imperceptibles, consistente en el cambio de acordes sin modificar las melodías de modo que da sensación de ansiedad y tensión —el macizo intérprete se inspirara en la banda sueca SOEN—, que repentinamente(02:12) cambia a un ritmo dinámico desconcertante cuyo legato de órdago duela formidablemente con los llamativos coros, cual llega a ser uno de los momentos culmen del opus —¡cuán enorme movimiento!—, siguiéndole el solo condensado de su excelentísima Joahn Liefvendhal, y a este, el excepcional intérprete a son de celestiales tintineos de piano acometiendo otro maravilloso y emotivo puentazo en voz queda, cuyas tres últimas frases termina en diferentes tonos; medio, alto y bajo —¡talentazo!—, finalizando alzando la voz con inconmensurables beltings, ¡es-pec-ta-cu-larrr! ¡Cuánto más la escucho más me tiene a sus pies!

Y como si fuera poco lo compuesto y ejecutado, retoman la inmediatez con la vibrante pieza clasicista “Mindkiller” que embiste agresiva con extraordinarios riffs magnéticos arabescos que, a su vez, se presentan con diferentes cárices en el estratosférico solo ejecutado con una pulcritud tal que hechiza y a la postre amagan sobre perfectos notas de teclado —¡inmensos Johan y Kyrt!—. Y como la cosa va de oriente, las admirables líneas interpretaciones vocales contienen un par de matices arabescos que evocan al genial “Waiting in the wings”(fantastérrica “Star of David” con impresionante belting final de Herr Karevik), cuyo estribillazo rimbombante invita, nuevamente, a empuñar en alto e intentar cantarla a voz en grito —a ver quien tiene la cataplinera de siquiera pretender poder rozarlo— y se encamina en derechura en tanto que Tommy modula y pronuncia, ¡qué diantre!, ejercita sus cuerdas con una exquisitez suprema. ¡Cuántas veces la escucho más sucumbo en ella! ¡Santísimo legato!

Otra vuelta de tuerca se presenta con la agradabilísima y armoniosa “Invencible” que sirvió de tercer single, que a ojos vistas es la más sencilla en estructura que no fácil y echadizo, que entraña buen ritmo, gran desarrollo dinámico, perfecta sincronía en la que todos brillan, y la excelente y luminosa interpretación vocal del tenor lírico suave( rango extraño evaluado por su logopeda), y es que su gimnasia vocal sigue siendo extenuante, pues modula y dibuja melodías que está al alcance de los muy pocos, en tanto que la admirable sincronía instrumental de los cinco fantásticos hacen parón en seco(01:39), y la sigue de inmediato la encantadora sección funky de bajo perpetrada magistralmente por el mejor amigo de Tommy, el rey Andreas Blomqvist, volviendo a dar sopas con hondas-¡no se le resiste nada!-.

Y como las grandezas no cesan de aparecer, ahora le toca el turno a una pieza de padre y muy señor mío, esa es la magnísima y progresiva, “Under a clear blue sky” compuesta por Andreas Blomqvist, que tiene la virtud de hacerse breve y entraña un despliegue instrumental intrincada verdaderamente anonadante, y es que si la cosa comienza con una emotividad inmejorable perpetrada con punteos celestiales de guitarra a las que se superpone la maravillosa sección de bajo(00:35) del rey Andres Blomqvist que vuelve a dar sopas con hondas, su canturía no le anda a la zaga, pues es de una elevada elegancia que expresa una emotividad celebrante, en tanto que la parte instrumental está ejecutada con un desparpajo y entendimiento ejemplar y pasmante, cuyos diferentes dibujos constituidos por secciones que se entrelazan y se superponen entre sí hacen viajar al escuchante de puro fácil, y es que es de ver la amalgama de sonidos de teclado que utiliza el maestro Kyrt sin despeinarse, al tiempo que Stefan Norgren cambia de ritmos y matiza con sumo manejo moliendo a palos su kita partir del(04:11) a son de progresiones de guitarrazos de Johan que vuélvese orate ondulando de forma cuasi arabesca insistentemente, y el parón en seco que hace puente, en el cual mi admirado Andreas Blomqvist toca a solas(04:22) con el sumo gusto y virtuosismo que le caracteriza volviendo a dar sopas con hondas, cuya melodía disfruto en alto grado. A todas luces uno de los enormes momentazos de todo el opus, que ya es decir. Y es que al contrario que en “Tiara”, acá, el discípulo directo de la leyenda Marcel Jacob, quien lo vio en una representación y quedose papando moscas deleitándose con su arte de tal forma que ofreciole darle clases, se impone y alardea que da gran gozo al alma. ¿¡Es menester declarar que es temarraco!?

Y a la postre, como contraposición, la balada por excelencia que sirve como muestra de otra nueva faceta de Seventh Wonder; la titulada “Elegy”, cuya letra y elevada musicalidad inspirada en la popular “Hallelujah” de Leonard Cohen fuera compuesta a piano por mi señor Tommy Karevik, manufacturando una delicadísima y profundísima pieza de carácter triste de caerse de espaldas que expresa pena y paz, en la cual la voz se muestra reinante con el solo acompañamiento de orquestación, delineando una melodía vocal mesurada a la cual se adhieren unos magistrales coros celestiales y envolventes, emanando una calidad y la elegancia intrínseca a la banda que vuelve a ser tan flagrante que me pasma por entero, amén de la aparición de los violines ejecutados por un brillante Görgen Antonsson que hace las veces de Arto Jävelä, quien interviniera en la magistral y delicadísima “Beyond today”(lloro mares) de “Tiara” que conmueven de puro fácil. Una vez más, demostrando de lo que son capaces, ¡Gigantesca melodía al alcance de los menos! ¡Sois inmensos, Diola.

Pues, así, con esta brillantez, termina esta reliquia que escucho cuasi a diario y guardo en el arca de caudales, pues es obra amena y entretenida desbordante de calidad que disfruto en todos sus puntos, y es que la compleja ejecución que invita a aguzar el oído para hallar incontables matices y arreglos en lo que invierten más tiempo, y la rimbombancia melódica emanante de elegancia magnética es puro deleite, cosa que no se estila en abundancia en el mundo musical desde hace ha, y es que esta faceta, pienso está al alcance de los menos, lo que resulta ser un valor añadido para los reyes SEVENTH WONDER, que vuelven a dar sopas con hondas.

P.D: ¡Ah, como me enorgullezco de mi buen ojo, pues descubrí al prodigio de mi señor Tommy Karevik mucho antes de que fuera escogido entre mil y tantos aspirantes a llenar la bacante de Roy Khan no solo por su espectacular voz, sino también por sus talento compositivo, que no es poca cosa sino mucha! ¡Aún recuerdo como la serendipia puso en mis barbas a “Mercy falls” y como caí completamente rendido a la estupendísima “Break the silence” cuya extraordinaria introducción de bajo dejóme papando moscas del mismo modo que el despliegue instrumental; al igual que a “Fall in line”, donde me concentré por entero en las virguerías vocales del extraordinario intérprete que dejóme pasmado diciendo para mi coleto; ¡Este tío hace lo que se le antoja con su gaznate! ¡No he deleitado antes cosa igual!, por lo que inmediatamente se convirtió en mi intérprete por excelencia y en mi banda fetiche. A la sazón lanzaron “The great scape” el cual contiene una suite de treinta min que parecen de a diez de lo tan breve que se escucha; dividida en trece secciones sensacionales, y, estas, en infinidad de melodías delineadas con maestría que se adhieren al instante que reafirmaron mi postura de estar ante una banda de grandísimas dimensiones. Yo, que lamentaba el estado musical de entonces y veía como la melodía protuberante e imantada hecha y marcada con sumo gusto y elegancia estaba a punto de extinguirse… merced a ellos volví a tener fe en la música actual, lo cual hizo/ hace tenerles en mucho.

 
MÚSICOS
Tommy "Mr legato" Karevik - Cantante. 
Andreas "Mr Bassman" Blomqvist - Bajo.
Johan Liefvendahl - Guitarra.
Andreas "Kyrt" Söderin - Teclados.
Estefan Norgren - Batería.


Sello - Frontiers Records