Burla
burlando pasaron aún cuatro años desde la publicación de su excelentísima obra
conceptual “Tiara” hasta que el quince de marzo haciendo mi diaria indagación me
topara de sopetón con un pasquín enclavado en la fachada de los insuperables
Seventh Wonder que decía; ‘algo se está cocinando’ que hízome levitar y sumirme en grande nerviosismo de puro contento, por lo que presto púseme a cavilar
sobre lo que pudiera ser, mas no llegué a conclusión alguna, que al día siguiente,
al tiempo que enclavaban la fascinante portada nívea delineada por Giannis
Nakos que imita lo marmoleado y elevación intensa me produjo, el líder y
virtuoso bajista de seis cuerdas, su ilustrísima Andreas Blomqvist y el
azotador versátil, su excelentísima Stefan Norgren, manifestaron mediante breve
vídeo, que su esperadísima nueva obra estaba encaminada para ser publicada el 10
de junio, lo que sirviome para cebarme de enorme euforia sin dejar de invadirme
gigantesca inquietud por descubrir el contenido de sus superlativas melodías con
las cuales alcanzar el tan ansiado éxtasis.
Valiéndose
del tiempo que concedía la cuarentena, los virtuosos de Suecia “entraron al
estudio” en el cual se encerraron durante un año a componer el opus para cuyas
letras escribieran su ilustrísima Andreas tuvo a bien ir al encuentro del intérprete
por excelencia Tommy Karevik a su actual residencia, Canadá, a cuyas montañas
de Alberta ascendieron para encerrarse en una cabaña y juntar letras que
abordan los sentimientos que experimentamos al tiempo que nos moldean y en
consecuencia, dejamos como testamento en nuestros deudos cuando finamos.
Es así que los virtuosos de Séptima Maravilla
—¡hasta el nombre les viene como anillo al dedo! Jo, jo,
jo— volvieron a dar
muestras de estar en vena, pues como si no cesaran de chisguetear aguas
castiálidas, compusieron, una vez más —¡cómo si fuera poco!—, otra obra maestra apoteósica melódico/progresiva en la
cual mantienen su inconfundible sello personal, cuyas complejas hechuras de
trazos precisos complementadas con grandilocuentes y bellísimas melodías imantadas,
emanan elevada magia por todos sus puntos. Y es que estos avezados y
carismáticos musicazos que siempre proceden de forma equitativa, compenetrada y
precisa —¡a esto llámole
yo banda!—, vuelven a
hacer gala de su impresionante dominio instrumental bañada de groove, haciendo
parecer fácil lo más difícil, componiendo sublimes piezas rimbombantes y quedadizas,
que como buenos trampantojos, hacen y harán que esos mamertos y criticastros
que no se paran a hacer disquisiciones sobre las innumerables notas que han de
manejar para crearlas, las tachen de facilonas o bobas porque escucharlas y
memorizarlas no requieren apenas esfuerzo, ¡pesia tal!
Sus ilustrísimas no se consagran a delinear
melodías básicas cuyos estribillos se forman de repetir el título o pareados
menores para colarlas como elaboradas, no, estos nobles mozos van allende de
esas bagatelas puesto que la melopeya la dominan como nadie, ¡y en eso no hay
perro que me ladre! Y es que basta con echar a ver la intensísima proyección
vocal de su eminentísima Tommy Karevik, con cuya extraordinaria y descollante voz
de pecho se dedica a interpretar ondulaciones melódicas complejas que están fuera
del alcance de loS más, creadas a base de admirable control vocal y amplio
registro técnico como los constantes legatos e inflexiones amén de beltings,
flips, quiebros, etc -cuasi nada…-, con entera pasión,
entrega y actitud que no dan
tregua al respiro, para las cuales el gaznate pone bien a ejercitar y el aire
bien a gestionar, lo que es más difícil, pues como bien dijo el portento Tommy,
para tal género que no es moco de pavo, de gran energía se precisa, y es que tanto
es así, que el antedicho llegó a tal punto de quedarse sin tiempo, energía y
voz —es de entender—, que su gran amigo Johan Larsson tuvo la cortesía de viajar allá para aligerar
el trabajo y hacer coros para la descomunal pieza “The red river”; si bien es evidentísimo
que el resto de músicos no le andan jamás a la zaga en absoluto, pues, como
siempre, los cimientos del grande y rítmico azotador Stefan Norgren procura un
soporte solidísimo con su omnipresente compás repleta de arreglos, su inconfundible señoría Johan Liefvendhal vuelve a
hacer gala de sus sustanciosos juegos de riffs quedadizos y variedad de
brillantes arreglos que engalanan todo el himnario, así como el Dios, el Puto
amo, el bajista de seis cuerdas por antonomasia Andreas Blomqvist, con cuyo
bajo Michael Tobias Mtd American custom duplica extraordinariamente las líneas
del colorista Johan Liefvendhal al tiempo que acomete sus magníficas y clásicas
virguerías, y el maestro de los teclados Andreas “Kyrt” Söderin refuerza y
enriquece las muy armoniosas melodías con sus inconfundibles ráfagas de progresiones y magníficos arreglos. ¡Ah, con
estos magnos músicos jamás puede salir yerro, por lo que siempre reciben mi más
confianza ciega! ¡MAESTROS!
Para tal proeza, dejaron de lado la intencionalidad que supusieron
las colosales obras conceptuales ‘Mercy Falls’
y ‘Tiara’ —¡lo cantado y tocado en estas es puto infartante!— para componer un
variado y delicioso himnario donde las elegantísimas composiciones se diferencian
unas de otras dando otra pequeña vuelta de tuerca hacia lo inmediato, incluyendo
nuevos matices, trazando como acostumbran, melodías grandilocuentes, vibrantes
y elegantes de alta ralea ejecutadas de forma depurada, lo que es lo realmente
difícil y de admirar. He dicho.
Producido
por ellos mismos y mezclado por Jacob Hanssen acometiendo la excelente
industria que le ordenara la Séptima Maravilla de que sonara orgánico al tiempo
que moderno de forma que los instrumentos sonaran claros e independientes, la
monumental obra comienza obedeciendo las declaraciones que hiciera meses atrás
mi señor Tommy Karevik de que es importante tener una gran canción como
apertura, así es que comienza con el solemne y elegantísimo epinicio “Warriors”
que a su vez sirvió como primer adelanto, cuyo esbozo compuesto por el azotador
Stefan Norgren fuera desnaturalizado a partir de su imperial e imponente intro
para reescribir un desarrollo que fluye placiblemente y un admirable e imantado
estribillo delineado por el inimitable Tommy Karevik luego de que no se viera
reflejado en él. A su imponente introducción de teclado se agolpan riffs
distorsionados del arreglista Johan Liefvendhal y al punto, el bajo expresivo
del amo y señor Andreas Blomqvist, que engruesa con nervio la secuencia para
dar paso a la fina y cortés bienvenida de su excelentísima Tommy Karevik, al
que presto se incorpora Stefan Norgren redoblando para impulsar la marcha de
forma que la encantadora pieza avanza en derechura con el insuperable cantor abriendo
camino, interpretando sin descanso más mesurado que de costumbre, mas sin dejar
de implementar ritmos y armoniosas melodías que van aumentando en intensidad, hasta
desembocar en un admirable pre(y)estribillo poderoso e imperial que es
reforzado y engalanado con los tan sutiles como solemnes teclados de fondo del
eminente Andreas “Kyrt” Soderin —¡clase a raudales, diantre!—. Por otro lado,
he de destacar el surgir del cambio de ritmo del segundo verso que adoptando
diferente cariz, en el cual los maestros Johan y Andreas amortiguan las cuerdas
al unísono al son de Tommy, que, a su vez, desemboca en la envolvente parte
instrumental, y esta, en un colofón perfectamente arreglado de sustanciosos coros
matizados por Tommy alzando bien su fantástica voz, ¡temarral! ¡Ah, tal pieza
colosal de parecerme tan etérea la siento como una maldita agradabilísima
brisa!
A
“Warriors” le sigue “The light”, la que fuera segunda pieza de adelanto por
reflejar perfectamente el espíritu de Seventh Wonder; esto es, la retroalimentación
instrumental y el alarde y lucimiento equitativo, pues son para ellos todos los
instrumentos de suma importancia —¡muy bien hecho!—, por lo que patean patéticas
hegemonías. Pues este allegro enérgico y vivaz de solidas hechuras tiene como
predominancia inicial a los instrumentos más infravalorados del metalreino, a
saber, el teclado —los hay que lo llaman “tecladitos” despectivamente—, y el
bajo —por suerte su ilustrísima Andreas siempre se encarga de ponerlo en
relieve—, lo cual me alegra por entero y aplaudo en pie; asimismo, su
excelentísima Tommy Karevik vuelve a estar canta que te canta delineando otra meritoria
y admirable melodía perfectamente marcada, cuyo empleo vocal es
incontestablemente exigente(como siempre), y es que no cesa de modular sobre
ritmo fluido, si bien comienza un tanto sosegado, pronto va aumentando en
intensidad hasta llegar a un admirable pre(y)estribillazo rimbombante sumamente
dinámico, en el cual, Tommy, vuelve a dar su do de pecho modulando a velocidad
de vértigo de forma que deja tras sí a los vientos —¡acojonante!—, en tanto que
en la parte instrumental todos brillan como mil soles; Johan efectúa un solo
magnético, Andreas vuelve a dar sopas con hondas magistralmente, y el sideral Kyrt
y redoblante Stefan vuelan alto hasta disminuir sutilmente el tono y velocidad a un primoroso
puentazo dramático, el cual su excelentísima Karevik lo efectúa desarrollando
un magistral “in crescendo” sobre finos y emotivos tintineos de teclado y
sutiles redobles de caja hasta desembocar en un impresionante belting, para
volver a hacer inflexión y proferir el estribillazo hasta lo más alto —¡qué
puto amo!—, ¡ah, y por si fuera poco, hay que echar a ver los arreglazos de su
ilustrísima Andreas a partir del min(05:10) ¡cuales son pa´ dejarse cagar de
puro placer! ¡Excelso(s)!
En
eso digo bajo mi coleto: ¿¡¡¡Cómo diantres perpetran con tan aparente
facilidad lo más complejo!!!? ¡Capaces y maestros! Ah, no realizados con ello,
pronto sorprenden con el elegante y melancólico mediotiempo "hardrockero” “I
carry the blame” escrita por Johan Liefvendhal, cuya sublime musicalidad y expresividad es pura
delicia, aquesta pieza comienza con unos arpegios bellísimos que evocan a los
de Juan Valdivia, emitiendo una sonoridad celestial y cristalina con la cual flecháronme
al instante; ¡mas lo que continúa no es menos sino más de lo mejor, puesto que
el canto angelical de mi señor Tommy Karevik hace acto de presencia de forma
mesurada, baja y melancólica, ¡ejecutando unos quiebros en diminuendo
inmejorables que pónenme los vellos de punta! —¡cuán inmenso!—, a lo cual sigue
la línea vocal impresionante, una interpretación que supera la perfección como
todas las efectuadas siempre por el autodidacta Herr Karevik, y es que acá, vuelve
a mostrar su dominio del legato modulando y matizando sin cesar, dibujando y
marcando la envolvente melodía que deriva a un inspirado y admirable pre(y)estribillo
que es de elogiar —¡esto sí es obrar!—, por otro lado, es de destacar el exquisito
solo celestial del dibujante imparable Johan Liefvendhal,
que elévame el alma allende los confines —¡quítome el sombrero!—, y el minucioso final del exbombero Tommy
bajando el tono hasta un instante en que
frena en seco y al punto deja escapar unas notas breves más —¡escalofriante y apabullante!— hasta fusionarse meticulosamente con
el fabuloso outro a piano del genio Andreas “Kyrt” Söderin que toca a solaz, recreando
una aurora boreal de una envoltura y excelsitud inefable, insuperable, que
déjame en estado crepuscular, asintiendo que esta parte es una de las más
extraordinarias y mágicas del opus, ¡pura delicia!
El
cambio de tercio más flagrante es la instrumental “Reflections”, la primera
pieza instrumental en el catálogo de la banda, cuya labor fue encomendada al
cofundador Johan Liefvendal que el mismo día en que púsose a crear riffs,
Stefan Norgren comenzó a tocar una introducción pianística que sugirió
incluirla en alguna pieza, por lo que tal suerte llevó a que ambas secciones
fueran acopladas en tal composición que alberga el elegante y envolvente intro
a piano, una muy sustanciosa colección de riffs imantadas, a “Kyrt” batallando(03:06)
con las progresiones de órgano, al virtuoso Andreas doblando maravillosamente las
líneas de Johan, y un majestuoso outro a bajo del propio maestro Andreas
Blomqvist que vuelve a dar sopas con hondas sobre unos tintineos celestiales de
piano a los que antecede una atmósfera celestial que bien se fusiona con ella,
y es que tal sección de bajo es de lo más admirable y plausible, a todas luces
uno de los momentos álgidos de la pieza y del opus, ¡pura magia!
Todos
vuelven a brillar en el enorme diamante “The red river”, que como “The light” y
“I carry the blame” supera los seis minutos de forma que parecen de a tres porqué
estos virtuosos poseen el don de la amenidad. El siempre palpable groove y el
siempre genial contrapunto del que siempre hacen gala, vuelven manufacturadas en
una nueva meritoria y aurífera melodía de cierto halo opresivo, y es que tal
pieza comienza con cierta reminiscencia de “Tabullar bells” a piano —¡genial!— seguidos
por riffs pegadizos a los que se adhiere Tommy advirtiendo un inminente
peligro, inflexionando magistralmente sobre siderales y sutiles tintineos de
piano del genial “Kyrt” que desemboca en un extraordinario y admirable pre(y)estribillo
de aura opresiva bañado de progresiones de piano al pronto imperceptibles, consistente
en el cambio de acordes sin modificar las melodías de modo que da sensación de
ansiedad y tensión —el macizo intérprete se inspirara en la banda sueca SOEN—, que
repentinamente(02:12) cambia a un ritmo dinámico desconcertante cuyo legato de
órdago duela formidablemente con los llamativos coros, cual llega a ser uno de los
momentos culmen del opus —¡cuán enorme movimiento!—, siguiéndole el solo
condensado de su excelentísima Joahn Liefvendhal, y a este, el excepcional intérprete a son de celestiales
tintineos de piano acometiendo otro maravilloso y emotivo puentazo en voz queda,
cuyas tres últimas frases termina en diferentes tonos; medio, alto y bajo —¡talentazo!—,
finalizando alzando la voz con inconmensurables beltings, ¡es-pec-ta-cu-larrr! ¡Cuánto
más la escucho más me tiene a sus pies!
Y
como si fuera poco lo compuesto y ejecutado, retoman la inmediatez con la
vibrante pieza clasicista “Mindkiller” que embiste agresiva con extraordinarios
riffs magnéticos arabescos que, a su vez, se presentan con diferentes cárices en
el estratosférico solo ejecutado con una pulcritud tal que hechiza y a la
postre amagan sobre perfectos notas de teclado —¡inmensos Johan y Kyrt!—. Y
como la cosa va de oriente, las admirables líneas interpretaciones vocales contienen
un par de matices arabescos que evocan al genial “Waiting in the
wings”(fantastérrica “Star of David” con impresionante belting final de Herr
Karevik), cuyo estribillazo rimbombante invita, nuevamente, a empuñar en alto e
intentar cantarla a voz en grito —a ver quien tiene la cataplinera de siquiera
pretender poder rozarlo— y se encamina en derechura en tanto que Tommy modula y
pronuncia, ¡qué diantre!, ejercita sus cuerdas con una exquisitez suprema. ¡Cuántas
veces la escucho más sucumbo en ella! ¡Santísimo legato!
Otra
vuelta de tuerca se presenta con la agradabilísima y armoniosa “Invencible” que
sirvió de tercer single, que a ojos vistas es la más sencilla en estructura que
no fácil y echadizo, que entraña buen ritmo, gran desarrollo dinámico, perfecta
sincronía en la que todos brillan, y la excelente y luminosa interpretación
vocal del tenor lírico suave( rango extraño evaluado por su logopeda), y es que
su gimnasia vocal sigue siendo extenuante, pues modula y dibuja melodías que
está al alcance de los muy pocos, en tanto que la admirable sincronía
instrumental de los cinco fantásticos hacen parón en seco(01:39), y la sigue de
inmediato la encantadora sección funky de bajo perpetrada magistralmente por el
mejor amigo de Tommy, el rey Andreas Blomqvist, volviendo a dar sopas con
hondas-¡no se le resiste nada!-.
Y
como las grandezas no cesan de aparecer, ahora le toca el turno a una pieza de
padre y muy señor mío, esa es la magnísima y progresiva, “Under a clear blue
sky” compuesta por Andreas Blomqvist, que tiene la virtud de hacerse breve y
entraña un despliegue instrumental intrincada verdaderamente anonadante, y es
que si la cosa comienza con una emotividad inmejorable perpetrada con punteos
celestiales de guitarra a las que se superpone la maravillosa sección de
bajo(00:35) del rey Andres Blomqvist que vuelve a dar sopas con hondas, su
canturía no le anda a la zaga, pues es de una elevada elegancia que expresa una
emotividad celebrante, en tanto que la parte instrumental está ejecutada con un
desparpajo y entendimiento ejemplar y pasmante, cuyos diferentes dibujos
constituidos por secciones que se entrelazan y se superponen entre sí hacen
viajar al escuchante de puro fácil, y es que es de ver la amalgama de sonidos de
teclado que utiliza el maestro Kyrt sin despeinarse, al tiempo que Stefan
Norgren cambia de ritmos y matiza con sumo manejo moliendo a palos su kita
partir del(04:11) a son de progresiones de guitarrazos de Johan que vuélvese
orate ondulando de forma cuasi arabesca insistentemente, y el parón en seco que
hace puente, en el cual mi admirado Andreas Blomqvist toca a solas(04:22) con
el sumo gusto y virtuosismo que le caracteriza volviendo a dar sopas con
hondas, cuya melodía disfruto en alto grado. A todas luces uno de los enormes
momentazos de todo el opus, que ya es decir. Y es que al contrario que en
“Tiara”, acá, el discípulo directo de la leyenda Marcel Jacob, quien lo vio en
una representación y quedose papando moscas deleitándose con su arte de tal
forma que ofreciole darle clases, se impone y alardea que da gran gozo al alma.
¿¡Es menester declarar que es temarraco!?
Y
a la postre, como contraposición, la balada por excelencia que sirve como muestra
de otra nueva faceta de Seventh Wonder; la titulada “Elegy”, cuya letra y
elevada musicalidad inspirada en la popular “Hallelujah” de Leonard Cohen fuera
compuesta a piano por mi señor Tommy Karevik, manufacturando una delicadísima y
profundísima pieza de carácter triste de caerse de espaldas que expresa pena y paz,
en la cual la voz se muestra reinante con el solo acompañamiento de
orquestación, delineando una melodía vocal mesurada a la cual se adhieren unos
magistrales coros celestiales y envolventes, emanando una calidad y la
elegancia intrínseca a la banda que vuelve a ser tan flagrante que me pasma por
entero, amén de la aparición de los violines ejecutados por un brillante Görgen
Antonsson que hace las veces de Arto
Jävelä, quien
interviniera en la
magistral y delicadísima “Beyond today”(lloro mares) de “Tiara” que conmueven
de puro fácil. Una vez más, demostrando de lo que son capaces, ¡Gigantesca
melodía al alcance de los menos! ¡Sois inmensos, Diola.
Pues,
así, con esta brillantez, termina esta reliquia que escucho cuasi a diario y guardo
en el arca de caudales, pues es obra amena y entretenida desbordante de calidad
que disfruto en todos sus puntos, y es que la compleja ejecución que invita a
aguzar el oído para hallar incontables matices y arreglos en lo que invierten
más tiempo, y la rimbombancia melódica emanante de elegancia magnética es puro
deleite, cosa que no se estila en abundancia en el mundo musical desde hace ha,
y es que esta faceta, pienso está al alcance de los menos, lo que resulta ser
un valor añadido para los reyes SEVENTH WONDER, que vuelven a dar sopas con
hondas.
MÚSICOS
Tommy "Mr legato" Karevik - Cantante.
Andreas "Mr Bassman" Blomqvist - Bajo.
Johan Liefvendahl - Guitarra.
Andreas "Kyrt" Söderin - Teclados.
Estefan Norgren - Batería.
Sello - Frontiers Records